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En el latido profundo de esta tierra, nuestra República Dominicana, resuenan los pasos incansables de miles de trabajadores que, día tras día, sostienen la economía del país desde la sombra de la informalidad.
Más del 56% de la población ocupada se encuentra en esta situación, según el Banco Central, una cifra que revela una realidad inquietante: detrás de cada número, la informalidad significa precariedad, significa falta de derechos y ausencia de seguridad para quienes contribuyen al desarrollo de la nación. Formalizar el empleo, entonces, no es una simple tarea administrativa; es un acto de justicia y un compromiso con una sociedad que anhela dignidad y estabilidad para todos.
Este desafío de integrar al país en un marco de economía formal es esencial para avanzar hacia el ideal de un Estado de Bienestar. Adam Smith ya había establecido que la riqueza de una nación se mide no solo por la acumulación de capital, sino por la calidad de vida de sus trabajadores. Economistas contemporáneos, como Amartya Sen, han dado un paso más, resaltando que el verdadero desarrollo se alcanza cuando se amplían las libertades y capacidades de los ciudadanos. Así, la formalización del empleo no solo enriquece la vida de cada individuo, sino que fortalece los pilares de la República en su conjunto, promoviendo una economía más justa y una sociedad más inclusiva.
Miramos a otros países de América Latina que han dado pasos significativos en esta dirección. Brasil y Uruguay, por ejemplo, han adoptado el monotributo, un sistema simplificado que abre las puertas de la seguridad social a trabajadores independientes y pequeños negocios, permitiéndoles contribuir de manera justa. Este modelo ha sido respaldado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que destaca cómo el monotributo ha reducido la informalidad en estos países en al menos un 20%. Este sistema, adaptado a nuestra realidad, puede ser la herramienta que permita a nuestra República Dominicana integrar a quienes hoy están en las sombras.
El monotributo es un puente que conecta la economía informal con un futuro de estabilidad. Simplifica la tributación y hace posible que los trabajadores y pequeños negocios, aquellos que sostienen las estructuras invisibles del país, puedan acceder a beneficios sociales sin ser aplastados por las cargas administrativas.
En Argentina, este sistema ha ayudado a disminuir la informalidad en el comercio minorista y en el sector de servicios, generando una base contributiva más sólida y mejorando la calidad de vida de quienes ingresan al sistema formal.
Este es el camino hacia una República Dominicana en la que todos los ciudadanos puedan vivir en condiciones de seguridad y dignidad.
Los beneficios económicos de la formalización son claros. Según el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la informalidad en América Latina representa una pérdida de hasta el 5% del PIB por la falta de ingresos tributarios. En nuestro país, esto significa una pérdida de miles de millones de pesos que podrían destinarse a salud, educación y programas de desarrollo.
Por: Pablo Ulloa
Despacho@dp.gob.do