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La actividad física ligera, el número de pasos que se dan al día y el número de manzanas recorridas por día son todas modalidades que se han utilizado para medir las conexiones entre la actividad física y la prevención de estas enfermedades. Así se ha demostrado que incluso la actividad peatonal, no atlética ni deportiva puede ser neuroprotectora en algunos casos.
Uno de los principales culpables, en un sentido positivo, de este efecto es el factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF). El BDNF se libera en el cerebro durante los períodos de ejercicio, donde reduce la neuroinflamación, mejora la conexión sináptica y realiza otras funciones demasiado numerosas para enumerarlas.
El estudio se benefició del uso de una red neuronal de aprendizaje profundo que permitió analizar rápidamente múltiples exploraciones de resonancia magnética del mismo cerebro.
10.000 participantes (y sus cerebros) con una edad media de 54 años, pero que oscilaban entre los 18 y los 97 años, que eran aproximadamente la mitad hombres y la otra mitad mujeres, formaron las cohortes del estudio.
El ejercicio se reportó por los propios participantes, un defecto inevitable cuando se realizan estudios de gran población como este. Se preguntó a los participantes cuántos días de la semana realizaban 10 minutos o más de ejercicio de intensidad moderada o vigorosa.